viernes, 22 de junio de 2018

[CAMPAÑA] Los muertos no cuentan cuentos...(relato R1 Krag vs Fluxus)


Muy buenas a todos los seguidores del blog. ¿Creíais que me había olvidado de la campaña? Pues no. Estas últimas semanas se ha estado jugando la primera ronda (ya han acabado) y ahora vienen varias publicaciones sobre la misma y de presentación del segundo escenario. 

Para empezar os traigo un relato de batalla (no es un informe, está escrito en tono trasfondístico) de la partida que jugaron los pielesverdes de Krag Unzoloojo (Jorge a los mandos) contra los imperiales de Fluxus von Raukov (Alejandro dirigiendo). Este relato es un aporte del propio Jorge, a mi juicio muy acertado, que os dejo tras el salto como aperitivo de las próximas publicaciones. Espero que os guste. ¡Gracias Jorge!




¡Muy conseguida la interpretación del escenario!


Fluxus se despertó sobresaltado. Notaba las ropas empapadas y la boca llena de tierra; a su alrededor se oían gritos, se lanzaban maldiciones, relinchaban los caballos. La cabeza le dio vueltas al incorporarse. ¿Dónde diablos estaba?
Sobre él se desataba la tormenta. Ahora comenzaba a recordar; aquella maldita tempestad había hecho volcar su barcaza cuando desembarcaba. Por todas partes, sus hombres se afanaban descargando material mientras más barcazas arribaban a la costa; un grupo de palafreneros trataba de llevar unos caballos a tierra, tan aterrados que no paraban de lanzar coces y mordiscos, tirando de las riendas.
Vio un oficial que corría hacia él, gesticulando mientras gritaba algo, pero su voz se la tragaban los truenos.
-¡Orcos! ¡Orcos, mi señor!- exclamó entre jadeos, su mano señalando al otro lado de la playa.
¡Malditas bestias! Necesitaba esa playa para desembarcar el resto de sus tropas y organizar un campamento.
-¡Que todos los hombres disponibles formen para la batalla! ¡Que alguien traiga mi caballo! ¡Acabemos con esa escoria pielverde!

Krag estaba furioso. Si ponía las manos encima de ese goblin inútil que se hacía llamar a si mismo timonel… Esa sabandija pagaría por esto, vaya si pagaría… Si había sobrevivido al naufragio, claro.
Miró alrededor con el ceño fruncido; unos goblins, que registraban el cuerpo de un orco muerto, huyeron ante el brillo asesino de su único ojo. Definitivamente, alguien iba a pagar por esto.
Su ejército estaba desordenado, más que habitualmente, demasiado incluso para un orco. Ya comenzaban a montarse peleas aquí y allá; sus chicos necesitaban acción o pronto no quedaría ni rastro de su ejército.
Notó un tirón nervioso de la pernera su pantalón y al bajar la vista se encontró con la fea cara de un goblin sonriente, que señalaba excitado al otro lado de la playa.
-Zonrozaoz, jefe. Allí.
Krag miró en la dirección que indicaba el goblin y sonrió. Apartó al canijo de una patada y se dirigió a una manada de jabalíes, controlados a duras penas por sus ansiosos jinetes. Saltó sobre el más grande de todos y alzó su rebanadora.
-¡A por ellos, muchachoz! ¡Waaagh!



Fluxus observó preocupado la horda pielverde, ya casi encima de sus tropas. Sus hombres disparaban sus armas, pero la tormenta les impedía apuntar en condiciones. Vio a un orco caer y ser pisoteado por sus compañeros, que continuaron avanzando sin freno.
Dirigió su atención a un grupo de goblins que correteaba junto a los orcos; si pudiera rodearles y atacar su flanco, sin duda esas cobardes criaturas huirían en desbandada. Con una seca orden puso a sus caballeros en marcha. Mientras maniobraban, vio como un pequeño grupo de sus hombres, demasiado adelantado, se lanzaba a por unos goblins montados en lobos, tratando de ahuyentarlos. Por un momento pareció que el asalto funcionaría; los goblins estaban desprevenidos y no habían visto venir el ataque, pero los lobos sí reaccionaron, lanzando dentelladas a su alrededor, ante lo que sus hombres retrocedieron, arrastrando el cuerpo inerte de uno de sus camaradas. Siempre rodeado de incompetentes, hay cosas que nunca cambiaban.
Un grito cercano le devolvió la mirada al frente. De entre el grupo de goblins habían comenzado a salir de esos locos con bolas encadenadas y se dirigían hacia allí. Fluxus ya se había enfrentado a aquellos chiflados giratorios anteriormente y sabía muy bien lo peligrosos que eran. Sin dudar un instante, hizo retroceder a los caballeros. Con un poco de suerte, el goblin volvería contra sus propias tropas, no sería la primera vez que veía algo así…  Uno de sus hombres le llamó la atención, señalando a un jinete que se acercaba al galope, un mensajero del otro flanco del ejército; deseó fervientemente que fueran buenas noticias, no estaba de humor.

Zliggit no podía creer su propia suerte. Los jinetes de lobo que marchaban delante de él habían dado media vuelta y salido corriendo, atropellando a algunos de los otros goblins de su unidad; aquello no le sorprendió realmente, ya que apenas unos instantes antes se habían estado cruzando insultos entre los dos grupos, además de alguna que otra flecha. Apenas sí había conseguido mantener el precario orden de sus chicos tras la estampida de los lobos, cuando vio lo que la había provocado: varios humanos montados sobre caballos cargaban contra ellos, completamente cubiertos de brillante armadura, las enormes lanzas en ristre, los caballos bufando y echando espuma por la boca. Elevando una plegaria a Gorko y Morko, empezó a gritar órdenes a los otros goblins, instándoles a aguantar firmes (o todo lo firme que puede estar un goblin frente a un caballo al galope, claro). Los caballos se les echaron encima, pisoteando y dando coces, mientras los goblins correteaban a su alrededor y por debajo de ellos, pinchando con sus diminutas espadas, tratando de perforar la gruesa armadura y cortar las cinchas de las sillas. Zliggit estaba convencido de que iba a morir; sorprendentemente, no fue así. El caos de la refriega aminoró y Zliggit vio con asombro que los humanos se alejaban al galope. Agradeció a Gorko y Morko su ayuda, pero los dioses verdes tenían otros planes. A su alrededor, sus muchachos empezaron a jalearse unos a otros, señalando a los caballeros, riéndose y tirándoles cosas; pronto, uno de los goblins echó a correr, seguido de cerca por sus animados compañeros y por Zliggit, que corría tras ellos gritándoles insultos y tratando de reorganizarles. De pronto, los humanos frenaron, dando la vuelta a sus monturas y encarando a los goblins, cuyo entusiasmo se fue enfriando. Los goblins más adelantados intentaron frenar, pero sus excitados compañeros, tan ansiosos de sangre como ajenos a lo que verdaderamente les aguardaba enfrente, continuaron la carrera, empujando a aquellos que se paraban, pisoteando a los que caían. Zliggit se encontró de nuevo temiendo por su vida. Los goblins caían a montones, cercenados por las espadas, aplastados por los caballos o por sus propios camaradas; pronto, un goblin echó a correr, seguido de cerca por sus aterrorizados compañeros y por Zliggit, que trataba de poner la mayor distancia y el mayor número de otros goblins entre los jinetes y él. Maldijo a Gorko y Morko, mientras planeaba a quien culpar de aquello cuando Krag preguntara; desde luego, no podía creer su mala suerte.

Basado en hechos reales...

Fluxus asintió satisfecho ante el reporte enviado; al menos al otro lado del campo de batalla las cosas parecían ir bien, Von Rickland y sus caballeros estaban realizando un buen trabajo. Aun así, estaba intranquilo, no se caracterizaba por confiar en sus subordinados. El enorme regimiento de orcos que avanzaba por el centro se había parado justo en medio de la playa, en la que, según el breve estudio de la zona que había podido realizar, sería la mejor localización para levantar el campamento; era como si aquellas bestias fueran conscientes de la importancia de aquel lugar. ¿Por qué los artilleros no mandaban a esos monstruos al infierno? ¿Acaso no se había descargado ninguna pieza de artillería? O, pensó con un escalofrío, ¿habrían acabado en el agua, gracias a aquella dichosa tormenta? Maldijo entre dientes, de ser cierto, sería un serio problema para la expedición… Bueno, tenía problemas más inmediatos que atender. Si conseguía liderar una carga con sus caballeros contra el flanco de aquella muchedumbre de orcos, abrumarlos y desbandarlos, la playa sería suya y se facilitaría cazar a los pielesverdes supervivientes más tarde; solo la turba goblin que había lanzado a los maníacos aquellos se interponía en su camino… Bah, eran goblins, saldrían huyendo al ver a los caballos dirigirse hacia ellos; lo verdaderamente peligroso era esa manada de jabalíes con orcos montados encima, que se acercaban amenazantes. En ese momento, vio como el último de los goblins con cadenas que seguía vivo se dirigía hacia los jabalíes; aquello los mantendría entretenidos un rato. Era su oportunidad. Bajó la visera del yelmo, desenvainó su espada y alzándola sobre su cabeza, dio orden de avance. Entre el tintineo de las armaduras, el regimiento de caballeros se puso en movimiento. El trapaleo de los cascos de los caballos aumentó su intensidad según fueron pasando del paso al trote, del trote al galope, hasta rivalizar con el retumbar de los truenos, ellos mismos convertidos en una tormenta dispuesta a descargarse sobre aquellos sucios goblins. Para sorpresa de Fluxus, aquellas pequeñas criaturas se dispusieron para el combate, enarbolando esos tristes palos que llamaban lanzas. Bueno, se dijo sonriendo, pronto lamentarían su decisión…



Krag no entendía a los humanos. Primero, un pequeño grupo se había lanzado sobre los jinetes de lobos para, inmediatamente, huir de ellos; y después, unos humanos sobre caballos habían avanzado hacia los goblins, para volver a retroceder cuando salieron unos cuantos “fanáticoz”, como llamaban los chicos a sus drogados camaradas; si Krag no supiera que era imposible, pensaría que tenían miedo de los goblins… ¡Miedo de unos goblins! El disparate le dio ganas de reír a carcajadas, pero un vistazo al resto del campo de batalla se las quitó de golpe. Los lobos habían salido corriendo en persecución de los humanos y Krag no veía rastro de ellos desde hacía rato; y aquellos otros idiotas se habían detenido en medio de la playa, en vez de seguir avanzando hacia los humanos; ya se encargaría de enseñarles a seguir los planes la próxima vez… Trató de centrarse en los humanos con caballos, ya que parecía que se disponían a avanzar de nuevo sobre los goblins. Bien, que se entretuvieran con los canijos, eso le daría tiempo de llevar a sus chicos hasta ellos; solo tenía que rodear a aquel goblin loco que seguía dando vueltas de aquí para allá; de hecho, pensó, parecía que estaba más “aquí” que “allá”… ¡Por Morko, ese imbécil se dirigía justo hacía ellos! Los otros orcos también lo habían visto e intentaban apartarse de su camino, entorpeciendo los movimientos de los otros, formando un barullo en el que Krag se vio atrapado. No tenía manera de esquivarlo, ya casi lo tenía encima… El goblin dio un traspiés, pisó una piedra, resbaló y, enrollándose en su propia cadena, fue a caer delante de Krag, retorciéndose y echando espuma por la boca. Krag reprimió un suspiro de alivio y echó una feroz mirada a su alrededor, ante lo que sus chicos se apresuraron a recomponer el escaso orden habitual. Con un rugido, Krag y los jinetes se lanzaron a la carga contra los caballeros humanos, aplastando al goblin encandenado por el camino, que quedó convertido en una mancha sanguinolenta. Dirigió a su jabalí contra el lateral de un caballo, embistiéndolo y lanzando por los aires a su jinete, cayendo encima de un montón de goblins, que rápidamente lo cubrieron, acuchillando, arañando y mordiendo. A su alrededor, los orcos mataban caballeros y aplastaban goblins por igual. Krag vio como un humano, con una armadura dorada y brillante, levantaba su espada y la movía en el aire, a lo que siguió el sonido de un cuerno; los humanos huían, directos contra los chicos parados en medio de la playa. Krag esperaba que esos patanes hicieran su trabajo en condiciones y remataran a los humanos; y que le guardaran la armadura dorada, si sabía lo que les convenía…

Guff trataba de imponer el orden entre los muchachos, dando capones y chocando unas cabezas con otras, mientras lanzaba maldiciones e insultaba a aquellos inútiles. Dos de sus chicos se habían enzarzado en una discusión por cuál de los dos mataría más humanos y, antes de que se diera cuenta, la mitad del grupo se estaba peleando, mientras la otra mitad jaleaba y animaba a unos u otros; pronto, esa mitad también se sumó a la pelea y Guff no tuvo más remedio que dejar de animar e intentar que volvieran a sus puestos. Iba a asestar un golpe cuando se quedó con la mano en alto, sorprendido y confuso. ¿Por qué había un caballo con un humano montado encima allí en medio? ¿Y, aún más importante, por qué el humano no estaba muerto? A su alrededor, los otros orcos debían de haber pensado lo mismo, ya que varios dejaron de pelear entre ellos y se lanzaron a por el humano. Por todas partes los orcos dejaban sus disputas y se centraron en aquellos caballeros que habían aparecido de repente. Guff se fijó en uno, cubierto de una bonita armadura dorada; si se hacía con ella antes de que Krag la viera sería suya y entonces sí que le respetarían aquella chusma de incompetentes… Dio un tajo con su rebanadora al humano que tenía enfrente, rajándole de arriba abajo, y se dirigió hacia aquél de la brillante armadura. Vio como el humano lanzaba espadazos a diestro y siniestro, pero no pudo evitar que varios de sus chicos lo desmontaran. Guff apretó el paso,  no podía dejar aquella bonita armadura en manos de aquellos idiotas avariciosos. Ya casi estaba donde había caído el humano y había empezado a apartar a los orcos que se peleaban por alcanzar el botín, cuando un ruido atrajo su atención. Los rugidos triunfantes de los orcos se iban convirtiendo en aullidos de dolor, mientras que eran sustituidos por un clamor de voces humanas, acompañadas por el sonido de una trompeta. Alzó la vista y observó como una fila de caballeros, en perfecta formación, se abría paso entre sus chicos, tajando y rajando, matando y aplastando. Además, por el otro lado, también se oían voces humanas; estaban rodeados. Aunque Guff no podía ver cuantos había, seguro que eran demasiados; lo mejor sería retirarse y reordenar sus filas, esperar una mejor oportunidad… Sí, seguro que eso es lo que Krag querría que hiciese. Guff echó a correr, seguido de cerca por el resto de orcos. Ya combatirían otro día.

Fluxus acuchillaba y cortaba desde el suelo, cegado por su propia sangre, que corría desde su frente, defendiéndose a duras penas de aquellos brutos descerebrados. ¡Malditas bestias! Aquellos goblins habían resistido lo suficiente como para recibir el apoyo de los orcos en jabalí y, por si aquello fuera poco, al retirarse se había visto atrapado en medio del enorme grupo en medio de la playa. Ahora, desmontado y solo, sabía que moriría allí; no podría mantenerlos a raya mucho más tiempo. ¡En mala hora había ido a aquella maldita isla! De repente, una trompeta. ¿Era posible o le había jugado una mala pasada su desesperada imaginación? De nuevo, oyó el claro sonido de la trompeta. ¡Bendito fuera Sigmar, sus hombres acudían en su ayuda! Consiguió ponerse en pie y vio como los caballeros del teniente Von Rickland se abrían paso entre los pielesverdes. A su alrededor, los orcos comenzaron a vacilar, algunos soltaron sus armas y empezaron a correr, los que no lo hicieron fueron masacrados por lo caballeros. Agotado y sangrando, limpió su espada y la envainó. Von Rickland se aproximó a él. Desmontó y levantó la visera de su ornamentado casco y le saludó marcialmente. Fluxus le hizo un gesto para que descansase.
-Creímos que no saldría de ahí, señor. Me alegra verle en pie.
-¿Dónde demonios estaba teniente? Dése más prisa la próxima vez.
-Lo lamento señor, -realizó una pausa respetuosa ante el oficial mando- los orcos huyen. La playa es nuestra.
-Bien. Comenzad a montar el campamento. Tenemos una isla que explorar.

Krag estaba frustrado. Aquellos inútiles no solo habían decidido pararse en medio de la playa, no solo no habían matado a los humanos que él había hecho huir; no solo habían dejado que les rodeasen los otros humanos; sino que, además, habían echado a correr. Cargar ahora sería una locura suicida y, aunque ardía de rabia y deseaba matar humanos, valoraba su propio pellejo y sabía cuando era mejor esperar. Con un gruñido, hizo girar a su unidad y emprendió camino en la dirección en que huyeron aquellos inútiles. Alguien iba a pagar por aquello, iba a pagar caro… Si conseguía reagrupar a su ejército, claro.




5 comentarios:

  1. Mola,Enhorabuena Jorge (y a Edu) por el relato, me ha metido en primera persona en la refriega, además parece que has salvado a Fluxus. Muy épico

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  2. Muy chulo! Aunque faltan más fotillos de la batalla! :D

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  3. Genial el informe de batalla novelado :)

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  4. Gracias a todos. Siento no haber metido más fotos de la partida, pero es parte de la campaña, y de momento los jugadores no tienen mucha idea de que hay en las listas de sus posibles rivales, con lo que hay que preservar (más o menos) esa información. Pero tengo las fotos guardadas para enseñarlas al final en plan galería probablemente.

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  5. Como moola!! Me encantan los informes narrativos! Ganas de más!!

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