jueves, 14 de octubre de 2021

Vinieron de los desiertos (informe narrado)

Buenos días amigos del Viejo Mundo. La conjunción del verano y la retirada poco a poco de la pandemia (estemos vigilantes) ha propiciado en las últimas semanas/meses que desafíos pendientes y planes malvados se retomaran, y una de las partidas más impactantes que jugaron en el grupo recientemente fue un enfrentamiento a 5.000 puntos por bando (por parejas) en que la alianza caótica de Flogus y Oropher se enfrentó a la alianza malvada del Sr. Enano y Narbek. Los primeros llevaban a las hordas caóticas de Archaon mientras que los segundos pusieron sobre la mesa los enanos y los asur (ambos del Sr Enano, sí, tiene elfos traidores) comandados por Ungrim Puñohierro. Comienzan las hostilidades...



Archaon, Señor del Fin de los Tiempos se había lanzado al sur desde los gélidos Desiertos del Caos en una invasión conocida como La Tormenta del Caos. La horda había arrasado Kislev con una velocidad alarmante y las fuerzas imperiales aún estaban organizándose cuando la vanguardia de Archaon se abalanzaba sobre las fronteras orientales de Ostermark y Ostland. Ante la alarmante situación, Teclis, Gran Señor del Conocimiento, había llegado al Viejo Mundo con un poderoso contingente de Altos Elfos. Pese a la grave amenaza que suponían Malekith y sus Elfos Oscuros en Ulthuan, Teclis sabía que el Imperio tenía que aguantar, de ahí que se involucrara personalmente.

De manera paralela, Ungrim Puñohierro, Rey Matador de Karak-Kadrin había traspasado a su hijo Garagrim el control de la fortaleza y la misión de mantener los pasos montañosos ante la escisión de la horda caótica dirigida por Vardek Crom, el autoproclamado Heraldo de Archaon. Con un pequeño contingente formado por tropas de élite, el Rey Matador se dirigió hacia las tierras imperiales para cumplir antiguos juramentos.

Juntándose en el corazón del Imperio, se tomó una decisión tan inverosímil como histórica: Un contingente de Enanos y Altos Elfos marcharon juntos hacia el este para ganar tiempo comandados por el propio Ungrim. Esa fuerza era perfectamente consciente de que la única manera de ganar tiempo era sacrificándose por el bien común y para dar tiempo a las fuerzas imperiales a organizarse y sobreponerse al duro golpe previo que supuso la caída de Volkmar a manos de Archaon.

Marchando junto al ejército, iba el Señor del Conocimiento Astherion, el mayor experto de Hoeth sobre las hordas del Caos, y cuya misión era ser mero observador y volver informando tan rápido como fuera posible. El mismísimo Maestro Teclis le había asignado esa misión y estaba dispuesto a cumplirla pese a que eso supusiera no involucrarse en la batalla que estaba por venir.

 

 

 

Con una última mirada atrás, el Señor del Conocimiento Astherion levantó el vuelo en su Águila Gigante y se elevó a los más alto de los cielos. Allí arriba por medio de potentes conjuros, logró envolverse a sí mismo y a su montura en una burbuja de calor y se elevaron más aún para no permanecer a la vista de nada ni nadie. Desde tanto alto, podía tener una total visión del campo de batalla.

Frunció el ceño una vez más al ver la disposición del ejército aliado: Sabía que el objetivo era aguantar el mayor tiempo posible, pero casi parecía que los Enanos habían escogido las mejores posiciones defensivas y dejado a los Elfos las más débiles. De Norte a Sur, se encontraban de la siguiente manera:





  •       Un lanzavirotes Enano ocupando el flanco del ejército
  •       Unos Ballesteros Enanos (10) con arma a dos manos en lo alto de la colina
  •       Un Águila Gigante situado tras la colina
  •      Cuatro enormes bloques Enanos de Martilladores (20), Barbaslargas (20), Rompehierros (20) y Matadores (20) comandados por el propio Ungrim esta última y Señores del Clan cada una de las anteriores
  •       Al lado de los Matadores, un Cañón Órgano
  •       Una unidad de Príncipes Dragoneros de Caledor (8) con un Noble Élfico
  •       Tras estos últimos, un Carro de Ellyrion
  •       Un bloque de Lanceros Elfos (20) acompañados de un mago
  •       Otro lanzavirotes Enano al lado de unas ruinas
  •       Una pequeña unidad de Yelmos Plateados (5)
  •       Tras estos, la silenciosa Guardia del Fénix (16)
  •       A su lado, un bloque de los expertos Maestros de la Espada (20) con un Archimago
  •      Detrás de una semi-pirámide escalonada, aguardaban Guardianes de Ellyrion (5), la caballería ligera del ejército
  •      En lo alto de la pirámide, los Arqueros Élficos (10)
  •       A su lado, un segundo carro
  •     En el extremo más al sur del ejército, otro bloque de Ballesteros Enanos (10) con Armas a dos manos.









No tuvo tiempo de pensar mucho más en tácticas de despliegue porque la enorme polvareda que se elevaba en el horizonte desde hacía horas, se transformó por fin en la vanguardia de la horda del Caos y su corazón se encogió.

El mismísimo Archaón iba en cabeza de su contingente. Un contingente mixto formado por balbuceantes Hombres Bestia, acorazados Guerreros del Caos y apestosos Demonios se aproximaba.

Por lo que pudo ver:



  •         Unos Jinetes Bárbaros (5) estaban en el flanco enfrente de los Ballesteros Enanos
  •        Una temible unidad de Caballeros del Caos (10) que iban con un enorme Paladín. Las moscas y nube verde de su alrededor denotaban su adoración a Nurgle
  •        Ocultándose en el bosque, vio a Incineradores de Tzeentch (10)
  •        Al otro lado del bosque, un carro de Bestia Sangrienta
  •        En el flanco de ese carro, Portadores de Plaga de Nurgle (20) con sus oxidadas armas
  •       Justo a continuación, unas Furias (7) rodeaban y alababan a un poderoso Príncipe Demonio con unas enormes alas negras.
  •        Un carro de Bárbaros guardaba el flanco de los Demonios voladores
  •        A su lado, un Hechicero del Caos
  •       Protegiendo al Hechicero, enormes Bestigors (20) acompañados de un más enorme Beligor con un gigantesco hacha a dos manos.
  •        Unos Bárbaros (10) en lo alto de la colina observaban a los Elfos
  •      Justo después, vio a las Temibles Espadas del Caos, un grupo de Guerreros del Caos Elegidos (16) dirigidos por el Señor del Fin de los Tiempos, justo enfrente de Ungrim y sus Matadores
  •        Un grupo de Bárbaros (23) acompañados de otro Hechicero protegían el flanco de Archaon
  •        En el flanco, (3) Portadores del Cambio sobre discos
  •        Tras ellos, Aulladores de Tzeentch (5) gravitando
  •       Rugiendo de ira, Revientacráneos de Khorne (3) se preparaban para ser los primeros en lanzarse al enemigo.
  •        Más en el extremo, una unidad de Caballeros del Caos Elegidos (5) con pesadas armaduras
  •        Por terminar, y como en el otro flanco, (5) Jinetes Bárbaros listos para flanquear.





Al igual que sus compañeros que se encontraban en tierra, sabía que esto no era más que una gota en el océano, pero tenían que hacer pagar a su enemigo por cada metro que ganasen. Cada segundo que pasaba, permitía al Emperador Karl Franz reunir más de sus tropas estatales.

Sin perder el tiempo, las hordas del Caos se lanzaron hacia delante mientras Archaon y los dos hechiceros a sus órdenes, lanzaron una lluvia de magia de Muerte y de fuegos multicolores de Tzeentch que empezaron a matar Maestros de la Espada y Arqueros.



Desde lo alto, Astherion pudo ver cómo el contingente aliado contestaba, pero una nube de humo negro se elevó de repente desde donde se encontraba el Cañón Órgano. Casi podía imaginarse al Rey Matador negando con la cabeza, pues había insistido en que no quería pólvora en su ejército. Vio afanándose a los ingenieros para intentar que la máquina disparase lo antes posible, mientras virotes de ballestas y los dos lanzavirotes abrían fuego. El carro de Bárbaros explotó en mil astillas ante el impacto de uno de estos últimos ingenios enanos. El resto del ejército se reposicionó mientras los hechizos Asur no eran capaces de hacer daño.


Mientras el ejército del Caos continuaba su avance, pudo ver cómo un nuevo Carro de Bárbaros entraba como refuerzo, lo que no hizo sino confirmar que el destino del ejército aliado estaba sellado ante la velocidad de refuerzos de Archaon.

Los Revientacráneos de Khorne se lanzaron sobre el Águila, que pasó a huir. Astherion sonrió, pues eso lograría entretener a los sangrientos guerreros algo de tiempo. Sin embargo, al observar el flanco del norte, observó con preocupación cómo los jinetes bárbaros cargaban contra el lanzavirotes de dicho flanco y los Portadores del Cambio a los Ballesteros de la colina. En el centro del campo de batalla, el Príncipe Demonio y su séquito de aullantes Furias cargaron contra los Yelmos Plateados, que paralizados por el miedo que inspiraban sus enemigos, se quedaron petrificados en el sitio. Al sur, podía observar cómo los Caballeros de Nurgle y los Jinetes Bárbaros empezaban a cerrar la pinza del ejército aliado.






Esta vez la lluvia de muerte cayó sobre los Príncipes Dragoneros que recibieron varios fuegos mágicos ante la atónita mirada del Señor del Conocimiento que vio cómo pese a la supuesta superioridad mágica de su bando, no lograban dispersar nada. Sin embargo, lo peor vino justo después, cuando los Incineradores de Tzeentch lanzaron llamaradas sobre los Guardianes de Ellyrion que casi les exterminan; y el Príncipe Demonio blandía su temible espada acabando con todos los Yelmos Plateados y arrasaba junto a su escolta de Furias hasta entrar en contacto con una impertérrita Guardia del Fénix. No era el resultado deseado, pero ahora, los Demonios se encontraban expuestos a una carga por el flanco de los siempre letales Maestros de la Espada, pensó Altherion. Más al norte, la tozuda dotación de la máquina de guerra enana aguantaba contra los jinetes bárbaros, los cuales bloqueaban el paso a una unidad enemiga de Caballeros Elegidos.





El centro Enano permanecía intacto, lo cual aumentaba las posibilidades de ganar tiempo para el bando aliado.


De repente un grito de terror se elevó desde las filas élficas cuando los Maestros de la Espada en lugar de cargar contra el Príncipe Demonio, se dieron media vuelta y huyeron de aquella aberración que tanto temor les inspiraba. Riendo ante la cobardía de sus enemigos, el Demonio se dedicaba a segar vidas de la Guardia del Fénix, pero los callados Elfos resistieron y empezaron a imponerse devolviendo al plano inmaterial a muchas de las Furias.



Más al Norte, las dos filas se acercaban la una a la otra mientras los Revientacráneos cargaban contra los ballesteros Enanos…que acabaron con la vida de uno de esos engendros. En el centro, uno de los veloces carros de Tiranoc cargó contra un grupo de Bárbaros que tenía delante y acabó con todos y cada uno de ellos y se estampó contra el mismísimo Archaon.





Pronunciando juramentos en khazalid, los Martilladores se lanzaron contra los Revientacráneos restantes haciéndoles huir y un grito de alegría se extendió entre los Enanos cercanos…hasta que los Caballeros Elegidos cargaron contra los Martilladores. Altherion elevó una rápida plegaria a Asuryan y confió en que el Señor del Clan al mando de la unidad pudiera mantener la disciplina ante aquellos brutos acorazados.




Una oscura nube se posó en medio del campo de batalla y Altherion pudo ver cómo el carro de Tiranoc era hecho astillas por Archaon sin la necesidad de que su escolta desenvainara sus armas.

Los Bestigors, pese a haber aguantado rayos mágicos, llamas del Fénix y virotes de la máquina de guerra cercana, se lanzaron sobre las apretadas filas de Lanceros. Justo a su lado, la valiente Guardia del Fénix redobló esfuerzos y acabó con el Príncipe Demonio no sin que antes, esta criatura acabara con alguno de sus camaradas.




Los Caballeros del Caos de Nurgle acompañados de los Incineradores acabaron con los ballesteros Enanos de ese flanco y el carro Élfico que les acompañaba.




Los Bárbaros del Caos que iban en el flanco de Archaon se lanzaron a por las apretadas filas de Rompehierros pero no alcanzaron a sus enemigos. Esto lo aprovecharon los Príncipes Dragoneros para cargar por su desprotegido flanco y hacer que huyeran, alcanzándoles en medio de la persecución.




Un suspiro de alivio surgió de la boca de Altherion, pero poco lo duró pues veía cómo desde las filas caóticas cada vez llegaban más y más refuerzos: Bárbaros, Carros del Caos, otro Príncipe Demonio de negras alas… Pese a saber de lo desesperado de la misión y de las nulas posibilidades de victoria, sí que confiaba por lo menos en la supervivencia de algo del ejército aliado, pero esa posibilidad de esfumaba a cada hora que pasaba: Cada vez había menos Elfos y Enanos y más adoradores de los Dioses Oscuros.

Volviendo la mirada al centro del campo de batalla, pudo ver cómo Archaon y su escolta se abalanzaban sobre Ungrim y los Matadores.



El momento decisivo de la batalla había llegado. Como espoleados por las decisiones de su oscuro señor, las fuerzas caóticas se esforzaron aún más en llegar a sus enemigos y acabar con ellos. Los Bestigors comandados por un Hombre Bestia de más de dos metros de altura acabaron con los lanceros que no pudieron aguantar tanta carnicería y salieron huyendo y fueron alcanzados y aniquilados en el proceso; los caballeros del Caos Elegidos mataban martilladores y su armadura les protegía de los poderosos golpes enemigos; los Portadores de Plaga cargaron a la Guardia del Fénix que había aguantado ya suficiente antes contra el príncipe Demonio y aunque vendieron cara su vida, terminaron sucumbiendo; un nuevo Príncipe Demonio con Furias alcanzó a los Príncipes Dragón que habían terminado antes con unos Bárbaros…




Y en ese momento, el tiempo pareció detenerse. Conocedor de las poderosas y oscuras energías que poseía la espada de Archaon, Astherion comprobó cómo caía una torrencial lluvia de golpes sobre el Rey Matador. Cuando el Elegido frenó su acometida, el Señor del Conocimiento comprobó que el Enano no solo estaba sin un rasguño sino que lanzó su hacha mágica contra el gigante que se alzaba ante él. A su alrededor, se desató una terrible melé entre Guerreros del Caos Elegidos y Matadores. Ambos bandos se cobraron un terrible precio y campeones de ambos bandos, caían en combate.




Sin embargo, el círculo se estrechaba alrededor de los perennes bloques Enanos. Portadores del Cambio cargaban por la retaguardia de los Matadores que aún así se negaban a huir mientras su Rey siguiera con vida y enfrentándose al Elegido. Querían dar una última oportunidad a su señor. Los Bestigors que quedaban llegaban a la carrera por un flanco tras haber acabado (no sin dificultades) con el cañón órgano y su obstinada dotación; el Príncipe Demonio cargaba contra los Barbaslargas, nuevos Bárbaros se acercaban a la carrera…





Todo esto mientras el Hechicero caótico desde lo alto de unas ruinas desplegaba una lluvia de muerte sobre los pocos enemigos que intentaban huir del campo de batalla.



Con pena, Astherion fue consciente de que toda la hueste élfica había sido aniquilada y solamente los principales regimientos de Enanos quedaban con vida. Aquí se dio cuenta de que el objetivo había sido logrado: El bando aliado había comprado un tiempo precioso, que esperaba que Karl Franz, Valten y el resto se encargaran de aprovechar. Sin embargo, se resistía a abandonar el campo de batalla mientras quedaran con vida los Enanos que estaban vendiendo tan caras sus vidas….¿Y si Ungrim era capaz de decapitar a Archaon? Volviendo de nuevo su mirada al duelo que estaba marcando el final de la refriega, pudo ver cómo Ungrim Puñohierro se lo jugó todo a una carta: El Hacha de Dargo destelló nuevamente atravesando la armadura de Archaon; pero en ese momento, el poder de U’zhul en la espada del Elegido logró atravesar el corazón del Rey. Utilizando su monstruosa fuerza, Archaon empaló al Rey Matador y finalmente arrojó su cadáver al suelo en medio de un aullido de victoria de todo el ejército caótico.





Astherion no necesitó más, alzó el vuelo a lomos de su Águila y emprendió camino velozmente hacia el suroeste portando las noticias de lo acontecido. Una solitaria lágrima recorrió su mejilla izquierda al ser consciente del enorme sacrificio que habían realizado sus camaradas élficos y el valiente Rey de Karak-Kadrin.

 

 

Y hasta aquí el semi-informe de la batalla a 5.000 puntos por bando full painted que jugamos una mañana de agosto en formato 2v2. Decir que me lo pasé muy bien, se queda corto. Meter Personajes Especiales siempre da otro rollo a la partida, aunque como se salen de todos los estándares de lo habitual, tiene que ser algo con cabeza y por supuesto ganan mucho más en una partida con trasfondo y ambientada en un momento concreto. Los cuatro jugadores gozamos mucho la partida y el resultado fue lo que menos nos importó una vez nos pusimos ya a tirar dados y a ir viendo cómo la historia de Warhammer se desarrollaba ante nuestros ojos al tratarse de una batalla que podría pasar por concepto histórico de los que cambian el curso de un importante conflicto: Desde tiradas locas e imposibles, pasando por pequeños detalles capaces de desestabilizar todo un flanco de un ejército a por supuesto el duelo final entre Ungrim y Archaon que era lo que todos veníamos buscando cuando nos juntamos a jugar.

Jugamos el escenario 1 que se encuentra en La Tormenta del Caos: Vinieron de los Desiertos. Es la segunda vez que juego este escenario y puedo decir abiertamente que se encuentra muy descompensado a favor del ejército defensor: Tienes que matar y/o hacer huir a todo el ejército defensor en 5 turnos o menos. Si por lo menos las tropas muertas del ejército atacante pudieran salir por los flancos en lugar de tener que recorrer de nuevo todo el camino…Claro, que tampoco ayuda enfrentarse a ejércitos de Liderazgo 8 y 9…

Desde aquí os animo a que en la medida de lo posible juguéis siempre escenarios diferentes, con un rico trasfondo detrás y lo más pintado posible: La experiencia no tiene nada que ver y es infinitamente más rica.

¡Un saludo, legendarios!

Flogus

3 comentarios:

  1. Bonito informe con todo pintado. Coincido en que Warhammer tiene muchísimas posibilidades para explorarlas y explotarlas para aumentar la diversión

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  2. Que pasada de informe. Y las fotos son muy chulas.
    Sin duda tuvo que ser una gozada el jugar una batalla de estas características.
    ¡¡Muchas gracias por compartir!!

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  3. Pedazo de batalla a cuatro que os habéis echado. Menuda envidia.

    Además todo pintado. Pepinazo de batalla.

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