sábado, 12 de febrero de 2022

[TRASFONDO] Historias de un gnoblar (1)

¡Buenos días mequetrefes! Probablemente esta entrada os la esperabais tan poco como yo, pero Enric ha tenido un arrebato literario, y ha querido compartir un trasfondístico relato con todos nosotros. Aunque sabemos que le da absolutamente a todo lo que puede, nos consta su interés en los ogros y las cosas ogras, y hoy el tema va de cosas ogras, concretamente, de gnoblars.



El pequeño Robby era el Gnoblar más dulce y tierno que se haya visto en la Montaña de los Lamentos. Tenía unas grandes orejas y unos ojos enormes y expresivos, y no es de extrañar que fuera adoptado y marcado, ya desde pequeño, por el Déspota Borung, de la Tribu Grandesfauces.

Su relación es la más hermosa que hayáis podido ver nunca entre un ogro y su gnoblar. Ambos se querían profundamente. A Robby le encantaba dormir en el regazo de Borung mientras este planeaba las rutas de la tribu, subirse a su espalda en los paseos del déspota y ver las cosas desde más arriba, y escuchar las historias de las batallas que le contaba a los toros de la tribu, mientras limpiaba gustosamente las botas del déspota en un rincón.



Borung realmente quería al pequeño Robby. Le encantaba rascarle detrás de las orejas, susurrarle “todo irá bien” cuando este tenía una pesadilla, y disfrutaba viéndolo jugar y hacer muñecos de nieve. Borung jamás trató mal a Robby, ni una sola vez, cosa rara en un ogro con su gnoblar, y esto hizo que Robby fuera más bondadoso y menos resentido con el mundo que el resto de gnoblars.

Cualquiera que los viera en su día a día se daba cuenta de la relación especial que tenían el Déspota y el pequeño Robby, y lo felices que eran juntos.

Por eso Gnobo lo mató.

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Gnobo era la antítesis del pequeño Robby: un gnoblar enorme, ceñudo y malcarado, siempre abusando de los gnoblars más pequeños y robándoles la comida.



Pese a tener una gran nariz y largas orejas, características muy valoradas en los gnoblars, nadie consideraba agradable a Gnobo. Este tenía una expresión siempre malhumorada. Su mandíbula, curvada permanentemente en una mueca de enfado, tenía la parte inferior sobresaliente, y siempre estaba enseñando los pocos, aunque prominentes, dientes inferiores. Gnobo tenía unos pocos pelos blancos en la cabeza y en las orejas, encrespados, desordenados y lanzados como rayos hacia arriba, que le daban un aspecto aún más estrambótico y terrorífico al rencoroso gnoblar. Sus enormes ojos miraban siempre ceñudos, con unas cejas densas y despeinadas, y su constante cara agria acompasaba sus características físicas, consiguiendo que incluso los ogros dieran un respingo al ver a aquella horrible criatura.

Todos los gnoblars temían y odiaban a partes iguales a Gnobo, puesto que este aprovechaba su gran tamaño para vapulearlos sin motivo, pateando a aquellos que no se apartaban de su camino, robándoles sus pertenencias, y realmente disfrutaba torturando a sus congéneres.

Los gnoblars más avispados comprobaron rápidamente que era mejor hacerle la pelota y ponerse de su parte, aunque esto significara recibir sus crueles burlas a menudo, y unirse a él en sus cazas indiscriminadas a los gnoblars menos afortunados.

Así, Gnobo reunió pronto una camarilla con los gnoblars más grandes, crueles y paranoicos, y se paseaba por el campamento ogro pavoneándose como si fuera el líder del lugar… siempre y cuando no hubiera ogros mirando, claro está.

Gnobo era lo suficientemente avispado como para saber de lo precario de su situación con respecto a esos grandullones, y se mantenía alejado de los ogros más belicosos de la tribu, que podían aplastarle, devorarle, o golpearle sin motivo, como hacían con otros gnoblars menos espabilados. Además, con su horripilante aspecto, los ogros tendían a sorprenderse y dar un salto al ver su rostro…y al reaccionar, eran más crueles con él que con el resto de gnoblars…

De hecho, aquello era lo único que le faltaba al malhumorado Gnobo: la aceptación de un ogro que lo adoptara y le diera la protección que creía merecer. Pero ningún ogro en su sano juicio quería tener a un gnoblar como él como acompañante. Lo había intentado mil y una veces con todos los ogros de la tribu… pero a nadie le gustaba Gnobo. A medida que pasaron los años, esto le volvió más malvado y rencoroso con los que le rodeaban.

Y… cuando el Déspota Borung adoptó al pequeño Robby, y empezó a tratarlo con el cariño y amor que él buscaba desesperadamente… les odió profundamente, y empezó a planear como hacerles daño…

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Desde el primer día, Gnobo estuvo maquinando cómo matar al pequeño Robby… pero tenía que ser astuto…



Antes de su adopción, Gnobo había estado abusando de Robby sin contemplaciones, apaleándole, lanzándole al barro, y colgándole de las orejas en los postes solo para ver como este sufría. Desde luego, lo primero que hizo Robby al ser acogido por el Déspota fue contarle a este las maldades de Gnobo, y el déspota, en su ira, le dio un puntapié al Gnoblar que le hizo volar por los aires hasta el extremo del campamento, dejándolo malherido en una cuneta.

Normalmente, en casos similares, el resto de gnoblars hubiera aprovechado para vengarse de Gnobo y darle una lenta, dolorosa y merecida muerte, pinchándole con ramas y clavos sucios hasta que se desangrara, y ahí habría acabado la historia de Gnobo, pero este no se dejó morir.

Cuando su antigua camarilla lo vio agonizante en el suelo y se acercó a él, sonriendo como una manada de hienas, fue lo suficientemente rápido como para hacer tropezar al primero que se acercó con un rápido movimiento de piernas. Este torpe gnoblar cayó encima de él y, Gnobo, haciendo un esfuerzo titánico, que le causó dolor en todos los músculos y huesos de su cuerpo, lo agarró, y le mordió con fuerza en el cuello. El aterrado gnoblar intentó soltarse, pero Gnobo no aflojó su presa, notando como la sangre caliente del gnoblar le caía por la boca y le cubría toda la cara, hasta que, tras varios estertores el gnoblar quedó laxo, y muerto. Gnobo lo apartó a un lado, y, cubierto de sangre, les dijo al resto de gnoblars con su mirada ceñuda -¿Qué miráiz, atontaoz? Traedme un palanquín y llevadme a laz Cuevaz, eztúpidoz-

Los gnoblars salieron asustados en busca de algo con que transportarle, y Gnobo finalmente pudo desmayarse del dolor.

Tardó bastante en recuperarse totalmente de sus heridas, aunque poco en estar lo suficientemente fuerte y alerta como para sobrevivir a dos intentos más de acabar con él. En el último, fue especialmente cruel rompiéndole todos y cada uno de los huesos al “aspirante” a gnoblar dominante, y dejándole vivo y sollozando en una esquina, hasta que un ogro se cansó de sus gritos y lo aplastó con la bota. El resto de gnoblars, que se reían a carcajadas desde una esquina, aprendieron la lección, y dejaron de intentar traicionarle de nuevo.

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Todo aquel tiempo de recuperación le sirvió al malvado Gnobo para pensar en su plan de venganza. No podía ser directo, ni rápido. El gnoblar sabía que, si le pasaba algo al pequeño Robby, el Déspota le culparía a él… así que intentó una táctica diferente.

Se acercó a Robby, y fingiendo su voz más dulce (y espeluznante) le pidió disculpas por lo que había sucedido hasta entonces para que hicieran las paces. El gnoblar más pequeño receló, pero Gnobo le ofreció un pájaro muerto como regalo de arrepentimiento, y el estúpido de Robby se lo creyó, saltando de alegría a contarle la buena noticia al Déspota Borung. –¡He hecho un amigo!¡He hecho un amigo!-

A Gnobo le costaba ocultar la cara de odio que sentía por el pánfilo de Robby tras un extraño intento de sonrisa…

A partir de entonces, Gnobo y el pequeño Robby fueron inseparables. Gnobo actuaba como portavoz del protegido del gnoblar a todas horas: -Apartaoz meketrefez, dejad pazo a Robby- -¿No oz he dicho que zalgáiz de aquí? ¿Eztaiz zordoz o qué? – y, con el tiempo, ya nadie sospechaba de la enemistad que Gnobo sentía, y asumían que el malhumorado gnoblar había aceptado su posición como abusón al servicio de Robby.

En ese momento Gnobo aprovechó para ejecutar su plan.

Tenía que parecer un accidente.

A Robby le encantaba atrapar sapos, jugar con ellos y comérselos… así que Gnobo atrapó uno, lo mató, y lo colocó debajo del banco donde se sentaba el Déspota a comer. A su vez, serró una de las patas del banco, y colocó en su lugar una pata falsa, que aguantaba el banco precariamente… y que estaba atado a una cuerda, que Gnobo ató a la pata de un viejo rinobuey de carga.

A la hora de la cena, Gnobo le dijo a Robby –¡Mira lo que hay ahí, un zapo! Corre corre, que se ezcapa-. Y Robby, como era de esperar, se lanzó sin pensárselo dos veces a por el sapo… que se encontraba debajo de las posaderas del Déspota. Entonces, Gnobo se acercó rápidamente al Rinobuey, y, con un largo tenedor que había unido a un palo… ¡Nyac! Le pinchó en los testículos a la pobre bestia rumiante. Esta gritó y salió despavorida, arrancando la pata falsa de la mesa, y haciendo que el déspota se cayera de la mesa hacia atrás.

Este intentó agarrarse a la mesa, pero, borracho como estaba, la lanzó hacia arriba, volcando toda la comida y causando un gran estruendo. Los ogros se fijaron en el ruido, y la comida y mesas volcadas, y no se dieron cuenta de que era el rinobuey el que había iniciado el accidente, sino que creyeron que este se había asustado con el ruido. Cuando el déspota se levantó, rojo y sudoroso, y riendo por su caída, miró al suelo, y lanzó un grito desgarrador del horror más profundo.

Ahí debajo, entre los restos de madera, comida y platos rotos, estaba el cuerpo totalmente aplastado del pequeño Robby.

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6 comentarios:

  1. Que historia más cruel y al mismo tiempo refleja tan bien el mundo ogro , un placer leerla

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  2. Ets genial Enric. Faràs una horda gnoblar pel proper torneig verd? Fa tota la pinta que els Gnoblars t'estan robant el cor

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  3. ¡Para meterlo dentro del códex! Muy bueno. ¿Los dibujos son tuyos?

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  4. Graciaas :) Me alegro que os haya gustado! ¡Vivan los gnoblars! En breves saldrá la segunda parte, con un "extra" que espero que os guste.
    Los dibujos no son míos, son de la WD100noseque, donde explicaban los distintos tipos de gnoblar. El próximo día os digo en cual, pq merece la pena!

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