martes, 8 de julio de 2025

[Trasfondo] Duelo fraticida

 ¡Buenos días! En la última semana por aquí sobre todo hemos tenido pintura, y estoy seguro de que al igual que yo muchos echáis de menos esos relatos de trasfondo que nos han amenizado la primera mitad del año. Pues por suerte Leonidas ha decidido que va a abrirnos sus archivos, y lo hará empezando por este relato de tiempos bastantes lejanos, en que coqueteaba con los elfos...aunque acabara sucumbiendo a asuntos más oscuros.



El cielo se tornaba rojizo a medida que el atardecer lentamente daba paso a la noche. Aunque ese color rojo era débil en comparación al rojo de la sangre vertida en la batalla. El número de las bajas en ambos bandos era muy amplio. El odio que existía entre ambos contendientes ayudaba a que la batalla ganara en violencia y crueldad. Y es que no hay mayor afrenta que una guerra civil entre hermanos, entre parientes, entre una propia raza. Los Druchii, depravados y perversos; y los Asur, orgullosos y nobles, luchaban y daban sus vidas en una encarnizada batalla que parecía no alcanzar su fin. Desde el alba, los elfos oscuros atacaron a sus hermanos de Ulthuan en una cruenta afrenta que a medida que avanzaba en el día, se tornaba más monstruosa. 

Y cuando el fragor de la batalla alcanzaba su punto máximo, los dos hermanos se encontraron. El príncipe Naih-Thaniel y su némesis, el príncipe oscuro Daethion, frente a frente, ambos dispuestos a arrebatar la vida al otro. La batalla pasó a un segundo plano, solo importaba el protagonismo de los dos. El resto de combatientes dejaron de luchar, simplemente observaban el duelo que en unos instantes decantaría la batalla a favor de los nobles hijos de Ulthuan o de sus oscuros hermanos. 

Ya no centelleaban los metales de las espadas ni los escudos, los silbidos de las flechas ya no resonaban cuando buscaban un objetivo a través de su vuelo en el aire, ya ni siquiera se oía la respiración de los guerreros. Solo importaba el duelo, la lucha entre los dos hermanos. El único sentimiento que sentían el uno por el otro era el odio. El odio y el afán de destrucción que llevaba una a la otra. El dolor y el sufrimiento que durante miles de años sigue latente en los corazones de todos los elfos. 

Naih-Thaniel era un príncipe élfico de noble cuna, desde su tierna edad ya aprendió el manejo de la espada y muy pronto dejó claro en el campo de batalla su astucia y su manejo en el arte de la guerra. Su hermano Daethion era el más pequeño de los dos, también demostró que era un gran luchador desde joven, pero al contrario que su hermano, era más agresivo y violento. Siempre a la sombra de su hermano, la envidia y el hecho de que nunca podría alcanzar el respeto y el honor que tenía ganado Naih-Thaniel, le llevaron cada vez más a abrazar al lado oscuro, dominado por el ansia de poder y placer, hasta el día que su propio hermano mayor le desterró de su tierra, de su familia y de su raza.

Desterrado de Ulthuan, juró desde los más profundo de su alma que se vengaría y que daría muerte a la persona que le hizo caer en la mayor humillación posible. El odio que sentía por su propia raza y por su propio vínculo rozaba la locura, no podía vivir pensando en poder vengarse y como disfrutaría en darle muerte a su propia sangre, a su hermano. 

Su oportunidad se iba a presentar antes de lo que él hubiera imaginado. En la batalla de la Isla Negra, los incursores druchii penetraron en la fortaleza élfica que defendía esa isla y que, aunque estaba en mitad de la nada, era un punto clave para acceder al paso que llevaba a las Islas Marchitas. Aunque esta vez la incursión no tenía como objetivo ninguna acción militar, ni siquiera la posibilidad de obtener como botín un amplio número de esclavos asures. Solo había una prioridad en el ataque, solo una única consigna; el único pensamiento que tenía en su cabeza Daethion desde que fue expulsado de Ulthuan: encontrar y dar la muerte que se merece a su hermano. 

Y en la torre más alta de la fortaleza blanca que se extendía por la pequeña isla hasta que se perdía de vista, se encontraban ambos. Los dos príncipes, frente a frente. Daethion solo podía mirar a su hermano con un odio que hacía que sus ojos rojos brillaran de rabia. Sin pensarlo, el noble oscuro atacó con una velocidad endiablada, y con un rápido centelleo de su arma, Naih-Thaniel detuvo la estocada de su hermano. Sus armas brillaban con un fulgor intenso y cegador, y durante unos segundos, estuvieron mirándose cara a cara, a los ojos, sin pestañear. El príncipe asur pudo notar el sentimiento de su propio hermano hacia él, sabía que en este duelo uno de los dos dejaría su vida en aquella isla. Se desenvolvieron y lucharon ferozmente. 

Naih-Thaniel vaciló durante un momento, justo el necesario para que su hermano contraatacara, pero enseguida se deshizo de él y volvieron a la lucha. Una lucha muy igualada, ya que los dos combatientes eran idénticos en fuerza, destreza y agilidad. Los golpes se sucedían sin descanso, el tiempo no pasaba, a pesar de que ya había caído el sol y la noche arropaba la fortaleza y a ambos contendientes. El resto del ejército, lo único que hacía era observar el heroico duelo que se llevaba a cabo. 

Naih-Thaniel lanzó un golpe mortífero al cuello de su oponente, que fue parado con habilidad; acto seguido, su hermano oscuro contraatacó con un tremendo estoque que fue hábilmente esquivado por el príncipe élfico. Justo en el momento en que NaihThaniel esquivaba el golpe de su hermano elfo oscuro, Daethion sacó de su túnica con su mano izquierda una pequeña daga impregnada en veneno que hábilmente clavó en el costado de su hermano. Naih-Thaniel se tambaleó y cayó sobre sus dos rodillas, dolorido, tocándose el costado y sintiendo como el veneno empezaba a fluir por su sangre. En ese momento, en el rostro de su hermano Daethion se dibujó una maligna sonrisa, orgulloso y lleno de rabia, sabiendo que su venganza sería consumada. Se preparó para darle el golpe de gracia y levantó su arma, dispuesto a arrancarle la vida a su hermano. Pero Naih-Thaniel utilizó su último aliento para coger las últimas fuerzas y clavarle en el corazón de su hermano oscuro su espada hasta que le salió por la punta de la espalda. La sonrisa de Daethion se tornó seria y expulsando sangre a borbotones por la boca, lanzó una mirada a su hermano en busca de sus ojos, lo miró, y en ese preciso instante se desmoronó en el frío suelo de la fortaleza. 

Naih-Thaniel había ganado, pero a un precio muy alto, ya que había dado su vida para poder salvar la isla. Sin fuerzas para más, el príncipe élfico echó un vistazo a las blancas paredes de la amurallada fortaleza, y se desplomó mientras el veneno terminaba de hacer su efecto. Jamás volvería a ver al que había sido su hermano, ni tampoco volvería a odiarle. Aunque el odio existente entre ambas razas, entre hermanos, nunca llegaría a su fin. 

Nota de Cordo: Nunca te fíes de un alto elfo...¡gracias Leonidas!

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