¡Buenos días! Como habréis notado si seguís este blog con asiduidad, nos encanta meternos en camisa de 11 varas, y a algunos compañeros especialmente. Es el caso de Flogus y Jefe Orko, que tras sus choques del año pasado quisieron plantearse una campaña en escalera de Warhammer Fantasy en la que sacar a las mesas las minis que muchas veces no tienen ocasión. En esta primera entrada de la serie, os compartimos el trasfondo que crearon de inicio para este choque entre los Elfos Oscuros (con una pincelada caótica) y una coalición de Mercenarios e Imperio.
Saludos a todo el mundo de nuevo.
En esta ocasión mi compañero el legendario Flogus y yo, Jefe
Orko, os traemos una campaña en escalera para WH Fantasy, la cual hemos
desarrollado en los 6 primeros meses de este 2025.
A los asiduos en el blog legendario, ya sabéis que para mí
la mejor experiencia de juego es esta. El porqué lo tenéis detallado en la
Batalla por la Piedra Impía, que apareció también por estos lares el año
pasado, así que no me voy a extender en ese sentido.
El resumen es que de aquellos lodos vienen estos barros.
Disfrutamos tanto de la confrontación entre hombres bestias y pielesverdes que
decidimos meternos en este proyecto para 2025.
Juntos, pero no revueltos, creamos un trasfondo de juego
histórico y de ambientación, en donde una flota de elfos oscuros invadía las
costas de la provincia imperial de Nordland y los territorios alrededor de
Marienburgo. Llevo muchos años jugando a piñón con mis pielesverdes, y ya era
hora de darle una oportunidad a mis minis tanto de Imperio como de Mercenarios.
Trasfondo
En el invierno del año 2545 del
Calendario Imperial, a lo largo de las Tierras Devastadas y en la provincia
imperial de Nordland, al norte de las montañas centrales, tuvo lugar una de las
guerras más cruentas que jamás se haya librado en tierras del Imperio. Esta es
la historia de aquellos trágicos sucesos.
El Mandato del Rey Brujo
Pocos son los que consiguen medrar y
contarlo en la corte del temible Rey Brujo de Naggaroth. Pero aquellos que
consiguen hacerlo, se rebelan como los auténticos y despiadados señores de la
estirpe druchii.
Kurl Vraneth ha sido uno de sus más
fieles y letales servidores tras más 500 años a su servicio.
En su juventud, Kurl Vraneth formó
parte de los verdugos de Khaine, la secta de ejecutores originaria de Har
Ganeth. Durante aquellos años, aprendió el manejo del Draich hasta ser maestro
en su dominio; el arte de la guerra y las cientos de formas de destruir a sus
enemigos de la manera más cruel posible. Su negra alma tardó poco en
convertirle en uno de los líderes más afamados de la secta, y sus hazañas en
combate y la de sus verdugos a su mando, pronto llamaron la atención del
mismísimo Rey Brujo. Vraneth y sus verdugos se trasladaron a Naggarond, la
capital de las Tierras Heladas, como fuerza de élite del auténtico señor de los
elfos.
Tras
ponerle a prueba en numerables ocasiones, Malekith está satisfecho con las
dotes como guerrero y comandante que Vraneth posee. En cierto modo, le
recuerdan a él mismo cuando era más joven. A Kurl Vraneth le ha sido otorgado
el sobrenombre de Espada Negra, título que obtienen sólo los más altos señores
de la guerra de Naggarond, el cual le otorga el mando de una gran fuerza
militar.
El mandato del Rey Brujo es que
aporte 10.000 esclavos a las mazmorras de Naggaroth así como todas las riquezas
encontradas allende los mares, para mayor gloria de Khaine y del propio rey.
Malekith ansía además crear una plaza fuerte en el este de forma permanente,
para así refundar poco a poco las colonias élficas perdidas con el devenir de
los tiempos y que milenios atrás fueron suyas.
Para ello, ha entregado a la Espada
Negra el Siempreodio, una de las Arcas Negras más impresionantes que existen en
la flota Druchii, la cual ha de viajar al este y asolar las tierras al norte
del Viejo Mundo.
El sobrenombre de Espada Negra
otorga a quien lo lleva el poder de comandar las fuerzas más letales que
existen en Naggarond. Dragones e hidras aguardan en el vientre de la gran
fortaleza flotante. Cientos de guerreros, corsarios y máquinas de guerra
pueblan sus cubiertas. Y los seguidores de tres de las más terribles sectas
druchii también se han unido a la llamada a las armas de Vraneth: El Culto de
las Brujas de Khaine, los hedonitas y sinuosos siervos del Culto a Slaanesh, y
las horribles y despiadadas medusas de la Secta de la Serpiente.
Así mismo, las más poderosas
hechiceras de los elfos oscuros, capaces de deshacer la carne con un solo
susurro y convocar a terribles demonios salidos del abismo del Caos, también se
han unido a las huestes del príncipe oscuro. Su cohorte de hechiceras las
comanda Elandria, La Bruja Roja, una las favoritas de la mismísima Morathi;
quién sabe si también sus ojos y sus oídos en la corte de Vraneth.
El Siempreodio ha atravesado el gran
océano sin grandes problemas. Una pequeña flota mercante proveniente de Ulthuan
tuvo la mala suerte de toparse en su camino, y también acorazados enanos de
Barak-Var, decidieron hacerle frente. Todos descansan ahora en la quietud de
las profundidades marinas.
Ahora, los gélidos ojos de Kurl
Vraneth atisban a su primera presa: la ciudad costera de Dorkohem, en la ya provincia
independiente de las Tierras Devastadas.
Dorkohem
También conocida como la Puerta de
Marienburgo, Dorkohem se encuentra sita en la punta oeste de la bahía de
Manann, donde ésta se une con el Mar de las Garras. Muchos son los navíos que
viajan por la ruta marítima hacia Marienburgo, y la mayor parte de ellos recala
antes en esta ciudad. Esto hace de ella una de las ciudades más ricas y
prominentes de la antigua provincia imperial, estando quizás sólo la misma
Marienburgo por encima de ella en influencia y poder.
Su situación en la entrada a la
bahía hace de este emplazamiento un lugar estratégico como defensa y bastión
marítimo de la propia Marienburgo. Todo aquel que quiera remontar la bahía
hasta llegar a Marienburgo debe superar antes las torres de la ciudad.
Dorkohem posee pues una gran fuerza
militar apoyada por las propias tropas de Marienburgo, las cuales hasta ahora
han frenado a cualquier invasor marítimo que ha pretendido hacerse con la
ciudad. Así mismo, los influyentes gremios de mercaderes y comerciantes de
ambas ciudades gastan ingentes cantidades de oro y riquezas para contratar
veteranos mercenarios cuando la situación lo requiere. Se dice que es tal las
pagas entregadas que no hay más fiel mercenario que aquel que marcha bajo la
bandera de Dorkohem o Marienburgo.
Magnus Wessels, nacido en el seno de
una familia de clase media, fue nombrado así por Magnus el Piadoso, a ojos de
su piadoso padre, el Emperador más grande que jamás haya existido. De joven
aprendió el oficio de herrero de su padre, un hombre respetado en la ciudad
dada la calidad de sus fabricaciones; y a ser considerado un hombre trabajador
y honrado. Sin embargo, eso no le impedía ser un padre exigente, enseñó a su
hijo a ser capaz de ganarse el pan por sí mismo en lugar de heredar el negocio
de su padre, como tantos otros hijos de su estatus. Así pues, Magnus ingresó en
el guardia de la ciudad, deseoso de probarse a sí mismo. Su amplia musculatura
le hizo destacar en fuerza rápidamente así como en la alabarda, el arma por
excelencia de la guardia; y poco a poco fue ascendiendo en los escalafones de
dicha guardia hasta llegar a ser capitán de la misma. Su arrojo en combate y
sus dotes de liderazgo, hicieron que los mandos del ejército marienburgués se
fijaran en él y pasase a capitanear los principales regimientos armados de Dorkohem.
Ahora, en plena edad media, Magnus ya no es un muchacho, sino que ostenta el
título de gran mariscal de Dorkohem, al servicio del gobierno de Marienburgo. A
pesar de rondar los cuarenta años y de tener un parche en el lugar donde antes
tenía un ojo (víctima de un encuentro con una patrulla errante de Hombres
Bestia), sigue estando en plena forma, con un vientre plano y poderosos brazos.
Haberse criado en Dorkohem le ha proporcionado una ventaja natural y hace que
los mercenarios acantonados en la urbe, así como los regimientos de la ciudad
le tengan un enorme respeto pues saben que defenderá hasta su última gota de
sangre las ciudades de Dorkohem y de Marienburgo, siempre buscando lo mejor
para sus hombres.
No lejos de la ciudad se encuentra
Karak-Drebal, una pequeña comunidad enana, que gracias a las artes diplomáticas
de sus embajadores, mantiene buenas relaciones con los dignatarios de Dorkohem.
El hierro, la plata y el cobre de las minas enanas surten a Dorkohem, y los
enanos encuentran gran cantidad de mercancías útiles en los mercados de la
ciudad para sus quehaceres diarios.
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