jueves, 25 de febrero de 2021

La Herejía de Rodri: Adoradores de Tzeentch y dónde encontrarlos

Sí herejes, ya sabemos que lo echabais de menos. Hoy volvemos con los desvaríos de Rodri, que se ha internado por oscuros caminos para iluminar nuestras mentes ignorantes. ¿Que por qué publicamos a herejes como él en el blog? Ni idea, será un plan de los ancestrales o habré sucumbido a cualquier artimaña.



“Tras más de un mes con este artículo en la nevera casi terminado pero no del todo, un amable mail de Cordo me ha animado a darle un último empujón”. Así pensaba comenzar esta pieza hace seis semanas pero, como podéis comprobar vosotros mismos, me he vuelto a despistar. Gracias a todos por vuestra paciencia y agarraos de mi brazo. Vamos a descender juntos al infierno de la herejía, descubrir cuál es el dios más molón del Viejo Mundo y repasar algunos casos de éxito.

Nota de Cordo: Es Morko.

Si me permitís la subjetividad, Tzeentch es el dios del Caos más chulo de todos. Evidentemente no tenéis porqué verlo así, pero cuento con tres argumentos para defender mi postura:

·        En primer lugar, Tzeentch es extremadamente generoso a la hora de conceder sus bendiciones. No necesitas pillar el ébola ni que te torture nadie para recibir su favor. Basta con que tengas un mal día y le pidas una mudanza de fortuna y él intervendrá en tu destino. Así le pasó a Vilitch el Maldito, un niño deforme de los desiertos del Caos al que su hermano gemelo le hacía bullying. Una noche tonta de Geheimnisnacht, después de pedirle a Tzeentch que le hiciera más fuerte que su hermano, el dios de las mil caras fusionó sus cuerpos y les convirtió en cierta suerte de Robocop mamadísimo. Pero aunque en este caso le saliera bien a Vilitch, hay que tener cuidado con lo que se le pide a Tzeentch, pues es algo caprichoso y a veces le gusta dar regalos envenenados. Lo cual nos lleva el siguiente punto.



·        Tzeentch tiene un tremendísimo sentido del humor. Mejor que Chiquito. Quizá a ti no te haga demasiada gracia fallar veintisiete tiradas de dados seguidas, pero a él sí. De hecho, forma parte de sus planes y en vez de cabrearte, te da la oportunidad de abandonarte a él y abrazar tu destino sabiendo que estás en manos del mejor titiritero. Total, ¿qué puede salir mal? En el peor de los casos te convertirás en un Engendro del Caos, que reparten que da gusto.

·        Por último, Tzeentch se las sabe todas. Ser el dios del conocimiento le convierte en el típico colega que sabe dónde pillar bebida a las tres de la mañana o en qué polígono se celebra una fiesta clandestina. Y siempre le pasan cosas increíbles. Si yo saliera de fiesta con los dioses del Caos, lejos de irme con Slaanesh como parece la opción lógica, lo haría con Tzeentch porque seguro que al día siguiente tienes historias loquísimas que contar. Si es que no te ha convertido en un pájaro, claro.

¿Slaanesh? No, Tzeentch riéndose

Hecha mi exposición, añado que no pocos vecinos del Imperio piensan igual que yo. El problema es que los seguidores de Tzeentch creemos que estamos solos cuando, en realidad, solo estamos dispersos. Me explico. Si tu vecino es un aburrido sigmarita, al participar de una religión reglada y con predicadores, tarde o temprano te lo hará saber. Por otro lado, si adora a Ulric, posiblemente el pellejo de lobo que cargue a sus espaldas también te dé una pista. Pero, ¿qué es lo que identifica a un seguidor de Tzeentch? Lejos del proselitismo explícito de puerta en puerta, los adoradores de Tzeentch preferimos dar testimonio con nuestras obras y estas, a menudo, se contradicen entre sí.

¿Dónde encontrarnos?

Los actos de los adoradores de Tzeentch no solo son erráticos. También suceden ocultos a la vista. Y si nuestros ritos tienen lugar en sociedades secretas, bien podría tu panadero ser un Sumo Sacerdote y tú sin saberlo. ¿Acaso no es emocionante? A mí me lo parece sobre todo porque nos ayuda a dar los buenos días al conductor del autobús, hacer la compra para las viejitas que no pueden salir a la calle o tener paciencia con los niños del vecino que lloran por la noche. ¿Por qué? Porque si eres un capullo con los demás, lo mismo alguien que no te esperas se reúne en un sótano con un montón de sectarios encapuchados, pronuncian un discurso muy raro y te pasas un mes con diarrea.  A mí me han llegado historias, cuidao.


Pero si ya es sorprendente que el sosaina de tu vecino sea un brujo de nivel 12, imagínate lo emocionante que puede volverse la vida cuando quien adora a Tzeentch es un señor muy poderoso que corta el bacalao en Altdorf. Por ejemplo, Egrimm van Hortsman, quien acabó convirtiéndose en el patriarca de la Orden de la Luz. Sobre este hechicero hay una historia irónica que ningún jedi te contaría. Por las mañanas, aprovechando las horas del sol, estudiaba el Saber de la Luz. Y por las noches, a la luz de una vela y dejándose la vista, el Saber de Tzeentch. Con sus malas artes iba conspirando para ascender en la jerarquía de la orden hasta que, ¡voilá! Un día se convirtió en el mandamás, bajó a la Pirámide de la Luz (una especie de cárcel donde Teclis guardó en su día criaturas muy chungas) y liberó a un dragón de dos cabezas y se fue volando.

Nota de Cordo: Sí, el Espejo de Van Horstman es de este señor. Tiene un trasfondo interesante el colega.



No es de extrañar que la gente poderosa adore a Tzeentch, es un dios bastante más discreto que Nurgle, que permite a sus seguidores maquillarse y ponerse peluca, un requisito indispensable en cualquier corte. Además, al ser el dios de las conspiraciones, está mucho más difundido en las altas esferas de lo que nos gustaría reconocer. En Nippon y Catai, por ejemplo, se le conoce como Señor Tsien-Tsin y está muy presente en los ambientes nobiliarios. ¿Y en qué afecta esto al Imperio? Bastante, pues fruto de varias expediciones a estas tierras, Egmond den Euwe, el heredero de una de las diez familias más influyentes de Marienburgo, lo adora en secreto y planea extender su influencia más allá de el barrio chino Nipponsstad.

¿Qué puede hacer Tzeentch por ti?

En un lugar como el Viejo Mundo, donde puedes elegir tantos dioses y todos parecen existir realmente, muchos os preguntaréis qué sentido tendría adorar a Tzeentch. Quizá Khorne te dé un hacha muy grande o Grungni te ayude a dejarte barba, pero ninguno te acercará tanto al conocimiento absoluto como Tzeentch. Una vez que uno se postra ante él, el universo duplica sus posibilidades. Seguir a Tzeentch te permite pensar simultáneamente una cosa y la contraria. Y no me entendáis mal, esto no es hipocresía sino estar constantemente en desacuerdo con uno mismo. Una gran virtud para el filósofo aunque también un lastre para la cordura. Hace falta mucha sabiduría para celebrar el cambio por el cambio cuando este, muy seguramente, en algún momento desbarate tus planes. Por eso, no todos pueden plegarse ante el Dios más chachi piruli de todos, pero quienes usamos expresiones como chachi piruli sabemos que hemos nacido para adorarle.


En el campo del hobby, Tzeentch te va a permitir pintar tus miniaturas de rosa chillón y amarillo huevito, dos colores proscritos en tantos otros ejércitos. También ponerles cabezas de pájaro a señores que, en teoría, no deberían tenerla o hacer un ejército de hombres bestia furros. Aunque, al ser el dios del cambio y la anarquía, realmente le da igual qué paleta usas, la anatomía de tus minis e incluso el número de lados de tus peanas. Si quieres abandonarte al abismo de la creatividad sin límites, este es tu camino.

Nota de Cordo: Ojo con el número de lados de tus peanas. ¡Ojo!


Por último, permitidme acabar con una advertencia. Aquellos elegidos que han contemplado a Tzeentch, antes de perder el juicio, han visto a un ser retorcido con mil caras, cada una reaccionando con una expresión diferente a lo que dicen las demás. Todas hablan a la vez y pronuncian un discurso aparentemente similar, pero lleno de pequeño matices que lo vuelven opuesto e incompatible con el resto de instrucciones. ¿Cuál obedecerás? Es una pregunta difícil de responder pues, al igual que contemplar directamente a Dios desbordó la mente de Dante al final de la Divina Comedia, toparse con Tzeentch es una vía directa a la locura y, en el mejor de los casos, convertirse en un Engendro del Caos. Es un riesgo que hay que correr pero, por suerte para mí, aún no he perdido el juicio. Ahora, si me disculpáis, vuelvo a ponerme en la cabeza el colador que suelo usar por sombrero y aprovechar que está lloviendo para sacar de paseo a Chusqui, mi ladrillo parlanchín del futuro.

6 comentarios:

  1. Joder que bueno este artículo. De 10

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  2. Que risas 😂😂 muy buen artículo, también es que entre mordisco y mordisco, uno de los saca sus ratos para adorar a tzeentch así que claro, me hs llegado a mi corazón muerto y mutado.

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  3. ¡Magnífico artículo, Rodri! Se echaba de menos tu visión del mundo de Warhammer y este artículo tiene un aire "pratchettiano" que es una delicia xD
    A mí también me parece que Tzeentch es el mejor dios del Caos; o, como mínimo, compartiendo trono con Slaanesh. ¡Larga vida al Señor del Cambio, pues este es efímero y constantemente inestable!

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  4. Genial el artículo. Muy divertido. No sé por qué no lo querías publicar Rodri.

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    1. Ha salido justo cuando tzeentch quería que saliera... La gran excusa que tiene tzeentch para que todo parezca su plan XD

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  5. Vida eterna a El que Cambia las Cosas, el Amo de Fortunas, el Gran Conspirador, el Arquitecto del Destino, el Gran Águila... mil nombres para mil caras.

    Genial artículo.

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