miércoles, 7 de octubre de 2020

La Herejía de Rodri: Razas de fantasía en el Imperio

Buenos días malditos herejes. Las cosas que me hace publicaros Rodri de verdad, con su mirada peculiar de los mundos de Fantasy, donde tiene la asombrosa idea de que el Imperio es el centro del mundo. Que imperialistas son estos imperiales...


Normalmente, hablar del Imperio es pensar en fornidos hombres con bigote y arcabuces que juran por Sigmar y protegen su tierra por honor. Pero no tiene por qué ser así. En mi imaginación, las ciudades del Imperio se parecen mucho más a la Alianza de Warcraft, a las aldeas del Clash of Clans o a una party cualquiera de Dungeon & Dragons. Es decir, están llenas de especies no humanas, pero compatibles con los hombres.

El Imperio es el centro del mundo y dentro de sus fronteras hay humanos, enanos y halflings. Pero no son los únicos. También hay ogros de alquiler, hombres bestia en los bosques, elfos silvanos en santuarios, orcos y goblins en las montañas, skaven bajo las alcantarillas, sectarios de Tzeentch en templos clandestinos, vampiros en castillos, nigromantes en los cementerios…

Todo cabe en el Imperio y, precisamente por ello, es realmente sencillo justificar cualquier enfrentamiento sobre el campo de batalla. Lo que nos cuesta un poco más imaginar es que muchas de estas criaturas, aparte de encontrarse dentro de sus fronteras, también participan de su sociedad.


Razas en las ciudades

¿Dónde podemos encontrar a estas razas? Como todo en la vida, depende. Si pensamos en una Europa renacentista o ilustrada, que son los periodos en los que enmarco el Imperio, convendréis conmigo que no es lo mismo la Soria de la época que la efervescente París ni los pueblos dispersos del Tirol que Sevilla y el ajetreo de su puerto en el Guadalquivir. Sucede igual en el Imperio, donde tenemos ciudades-estado muy cosmopolitas en contraste con capitales de provincia eminentemente agrarias y tradicionales.

Pongamos como ejemplo Altdorf, una ciudad monstruosa edificada sobre pantanos, comunicada por puentes y viaductos, capital del Imperio y en la que a nadie le importa tu vida porque todos andan demasiado ocupados sacando adelante sus negocios o el de sus patrones. Según los diferentes textos trasfondísticos de los libros de ejército y manuales de rol, en esta ciudad “los mercados mayoristas más prestigiosos son aquellos que traen sus mercancías desde tierras lejanas, Tilea, Arabia o incluso Ulthuan. En estos mercados, los vendedores Elfos y Enanos son casi tan comunes como los humanos, aunque los humanos predominan en los compradores”.


Con esto ya sabemos que tenemos las razas clásicas de fantasía en la capital. No es de extrañar, pues Altdof alberga los Colegios de Magia, donde habrá una presencia importante de hechiceros elfos, y la Escuela Imperial de Ingenieros, donde los enanos se arman de paciencia para enseñar a los torpes humanos a usar la pólvora. En ambos casos, con accidentadas y explosivas consecuencias.

¿Y qué tal conviven estas razas? Wikia vuelve a darnos la respuesta al describirnos la típica tasca capitalina. “El interior de la mayoría de las tabernas consiste en una simple habitación con una barra a lo largo de una pared. Esta habitación es oscura, con humo y extremadamente ruidosa, excepto en los momentos en los que entran extraños. En esos momentos todo el mundo calla y mira fijamente a los recién llegados. En la mayoría de las tabernas esto es más por curiosidad que por hostilidad, aunque hay algunas excepciones, particularmente si, por ejemplo, un Elfo entra en una taberna de Enanos”. En resumidas cuentas, coexisten, aunque no exentos de conflicto.


Así que ya sabemos que, si jugamos un ejército de Altdorf, podemos usar la miniatura de un elfo como un gran hechicero o la de un enano como maestro ingeniero. También podemos colar tapones entre los arcabuceros y orejas picudas ente los batidores. Y si estamos mal de la cabeza, como un servidor, podemos infiltrar elfos en las dotaciones de las máquinas de guerra y darle una lanza a un enano para que nos enseñe de qué es capaz. Eso suponiendo que haya una integración total de las razas, aunque bien pudiera pasar que estas se encerraran en sí mismas al sentirse amenazadas por los humanos y se enrocaran en sus respectivas culturas. En tal caso, quizá sea más interesante crear regimientos formados íntegramente por cualquiera de estas razas, armarlos según su especialidad, relegarlos a un flanco y mantenerlos lo más alejados posible de conciudadanos con los que pudieran chocar.

Razas en el campo

A la luz del epígrafe anterior, alguien podría pensar que todas las razas de fantasía se hacinan en Altdorf y las provincias agrarias están pobladas únicamente por tristes y anodinos humanos. Ni mucho menos. Tenemos como muestra la misteriosa Stirland, “una tierra pobre” en la que “no hay muchas ciudades que quepa mencionar”. Según Wikia, “los habitantes de Stirland son granjeros, cazadores furtivos, sabios y otras profesiones relacionadas con la tierra” y sus peores defectos “su hermetismo, su desconfianza y su estrecha de miras hacia forasteros, Elfos y costumbres modernas”.


-Pero un momento, Rodri –os diréis-. ¿No decías que era un sitio en el que era fácil encontrar otras razas?

Lo es en cuanto nos acercamos al norte, donde “hay una gran comunidad de halflings, debido a la proximidad de Stirland al territorio de la Asamblea”.

-¡Ah, halflings! ¡A todo el mundo le gustan los halflings! Son graciosos, amables, hospitalarios, cocinan bien…

Pues a los stirlandeses no. De hecho, los ubicados en la parte central de la provincia “todavía están ofendidos por la decisión de hace mil quinientos años que les privó de sus mejores tierras de cultivo para entregárselas a ‘los bajitos’. Aunque este resentimiento casi nunca desemboca en violencia, la creencia de que los halflings son todos ladrones es más fuerte aquí que en ninguna otra parte del Imperio”.

En este sentido hay un pasaje desternillante en Wikia que narra cómo en Wörden, una de las principales ciudades de la provincia, “existe la tradición de, al celebrar el cumpleaños de un niño, fabricar un hombre de paja del tamaño de un halfling y rellenarlos con dulces y caramelos que ha ‘robado’ a los niños. Luego se cuelga de una rama y los niños, con vendas en los ojos, lo golpean con varas hasta que lo revientan y ‘les devuelve’ los caramelos. Los lugareños niegan que alguna vez los borrachos hayan colgado a un halfling de verdad”.



Por tanto, si juegas un ejército de Stirland, quizá te plantees incorporar medianos a tus regimientos. Pueden ser unos buenos batidores, milicianos de las compañías libres o tener representación en las tropas estatales. Y si estás mal de la cabeza, como un servidor, quizás quieras montarlos en gallos y cerdos y utilizarlos como Órdenes de caballería. En cualquier caso, dudo que los stirlandeses los aceptaran como generales, pero nadie te impide usarlos. Mucho menos yo que, de hecho, te animo.

3 comentarios:

  1. Me encanta que al final todo el artículo no es más que un gran excusa para justificarte xD Muy divertido, eso sí jajaja

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